Esos muchachos que unos años después de renovar las artes en Europa recibieron el mote de surrealistas, tenían ganas de romper todo, especialmente las tradiciones y las convenciones, en relación, por ejemplo, a las letras. Como tenían un montón de tiempo libre, allá por 1925, se les ocurrió que podían escribir algo entre todos, cada uno escribiría una palabrita, y el otro, sin saber cuál había sido esa palabrita, escribiría otra; y así sucesivamente hasta completar la ronda (seguro que se sentaban en ronda). La primera vez que lo hicieron se distrajeron con una chica que entró al bar donde se reunían y perdieron el papelito; pero la siguiente vez, estuvieron más atentos y pudieron terminar el juego/ejercicio, y descubrieron la preciosa frase que sigue:
El cadáver exquisito beberá el vino nuevo
Les encantaba jugar a ese juego y a tantos otros, pero ese pasó a la historia como una técnica de escritura, un poco juego, un poco ejercicio, pero siempre y en todos sus sentidos en una colaboración a ojos ciegos.
Claro, pensaba en todo esto mientras trataba de imaginarme cómo sería hacer un cadáver exquisito por acá.
Mientras tanto, juntemos malvones.